.
Y fue que habilitaron jaulas
para el monstruo, al que auguraban
doble, bicéfalo, tetrápodo y brutal.
Tal vez por eso nos separaron poco.
También la bestia se alimentó voraz
con nuestros lloros, nuestras patadas,
mis arañazos a tus ojos, dos rabias
tiernas sin edad.
Después crecimos bizcos, repetidos,
anulados del yo, los dos iguales
tan distintos, los dos callados
por el eco.
No hubo singular en nuestro verbo.
Éramos juguete polimorfo, intercambiable
-doblemente divertido-
Nos amamos con ese odio fraternal
de los gemelos, sabiéndonos del todo,
sin un rincón que fuera mío,
                                                        o tuyo
-perdidos en lo nuestro-
Ahora ya muy lejos,
tuvimos que aprender a ser
tú
                y
                              yo
-cada uno sin el otro-
Y en este nuevo cuerpo
                                    separado,
nos recordamos juntos
-y nos buscamos más-
...
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