Sobre el aparador reposa un pequeño Belén con apenas lo imprescindible: La Familia, el niño en el pesebre, la mula, el buey... y nada más.
El resto de “notas” navideñas se reducen a un mínimo abeto artificial a la derecha del televisor, con sus lucecitas intermitentes, y algo de espumillón por las paredes de la pequeña habitación.
María, sentada sobre un sofá de escay, muestra una sonrisa dulce y perdida, casi soñadora. No es muy mayor, pero sí lo suficiente para haber conocido tiempos peores, aunque con su pelo descuidado y la bata de boatiné, aparenta más edad.
Su hijo le ayuda paciente con la cena mientras ella, llena de sorpresa, no para de preguntarle:
- ¿Hoy es Nochebuena?
- Sí, mamá, como siempre…
- ¡Qué bien…! Es que a mí me gusta mucho la Nochebuena, ¿sabes?
- Lo sé, mamá, lo sé…
- ¿Y cómo es esa historia tan bonita que me cuentas a veces?...
- ¿La del nacimiento?...
- ¡Esa… , esa…! Aplaude María con entusiasmo…
- Pues verás… Hace muchos años, en una noche como la de hoy, se acercaron a Belén dos jóvenes recién casados. Ella estaba a punto de dar a luz, pero no hubo manera de encontrar dónde alojarse. Como era invierno y hacía mucho frío, algún alma caritativa les dejó dormir en un establo, dónde había una mula y un buey…
- ¡Pobrecitos!, -le interrumpe- pero sigue, sigue
- … y allí, María dio a luz a un niño precioso. Como no tenían cuna lo tuvieron que acostar, envuelto en una mantita, en lo más parecido que tenían, que era un pesebre de paja…
- ¡Ay…ella se llama María como yo!
- Claro mamá, ya lo sabes de otras veces…
- Pues no me acordaba… -responde algo abochornada, mientras baja la vista-
- Al niño le pusieron de nombre Jesús…
- ¡Jesús... cómo tú!
- Sí, como yo… Entonces, José y María se prepararon para dormir, pero empezaron a llegar hasta el establo algunos pastorcillos que habían sido avisados por un ángel…
- ¡José… igual que tu padre!
- No, mamá, papá se llamaba Anselmo ¿no te acuerdas?
- … ¿estás seguro?...
- Claro, mamá…
- Ah… ¡qué tonta me he vuelto! ¿verdad hijo?
- No mamá, un olvido como otro cualquiera…
- Ya… -dice María sin convicción mientras deja escapar una lagrimita-
Y así siguen hasta que terminan de cenar.
Después ven un rato la televisión. Cuando Jesús nota que se adormila le mueve un poquito el hombro con delicadeza y le dice que ya es hora de ir a dormir.
- Pero si todavía no ha hablado el rey, -protesta María-
- Que sí, Mamá… pero estabas entretenida con la cena y no te has dado cuenta… - miente el hijo-
- ¿Qué raro?… pero si tú lo dices…
Y sin más discusiones, María se deja acompañar al baño y luego a la cama, donde cae rendida.
Jesús la arropa con delicadeza, le da un beso en la frente mientras le susurra -buenas noches, mamá-
- No, no te vayas todavía… ¿Cómo es esa historia tan bonita que me cuentas a veces?
- ¿La del nacimiento?...
- Sí, sí… esa que tanto me gusta…
- Pues verás… Hace muchos años, en una noche como la de hoy, se acercó a Belén una pareja de recién casados… - y con toda la paciencia del mundo, comienza por enésima vez a contarle el Nacimiento de Jesús-
Cuando María se queda dormida, Jesús vuelve al pequeño salón, apaga el arbolito de navidad y enciende, sofocado, el ventilador; luego abre la ventana y comprueba que todavía hace demasiado calor fuera para dejarla abierta en este verano tórrido.
Después repasa mentalmente las tareas del día siguiente: Lo primero la visita al médico con su madre para la revisión; también tendrán que hacer algo de compra – qué no se le olvide coger algo de turrón y mazapán- y un paseíto largo antes de que suba el calor. Sí, eso harán.
Entonces vuelve a recordar el principio de todo, y rememora aquellas navidades de 2020, cuando el maldito coronavirus infectó a María y le dejó, como regalo, graves secuelas neuronales y sin apenas memoria. Ahora parece una niña con la vida detenida en una Nochebuena infinita. Los médicos tienen muchas dudas sobre sus posibilidades de recuperación, y realmente no comprenden los mecanismos que ha desatado el virus en su cerebro. En cambio, Jesús sí que tiene clara una cosa: que le pueden ridiculizar, e incluso reírse de él… pero si a su madre le gusta la Nochebuena, seguirá siendo Nochebuena todas las noches del año, así sea agosto y caiga el sol a pedazos.
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