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Presumo de profundo y arrebato
con cada esquirla simple
que apuñala mi costumbre de varón severo,
gozosamente herido por tres vientres
salobres, mortales, milenarios.
Están aquí,
están aquí por todas partes
guardándome del tedio
entre sus piernas tercas,
puertas grávidas y sonrientes para mis abluciones,
íntimo secuestro salpicado de hogueras.
Quisiera hundirme siempre
en estos mares templados que me hicieron hueso
e indagar triplemente sus paisajes
lluviosos, su tobogán de babas,
el hueco de su despertar fecundo.
Y es que,
necesito entender tanta nostalgia
huraña, tanto ciclón para mis condimentos,
estas ganas esclavas y tormentas
por volver adentro, adentro hasta encontrarme
completo, desnacido, intacto,
y despejar del miedo y de mi frente
aquél tornado visceral de excusas.
...
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