martes, 8 de junio de 2010

CUANDO ERA NIÑO SIEMPRE HABÍA UNA MONTAÑA AL FONDO

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Cuando era niño y viajaba,
siempre había una montaña al fondo,
un horizonte abrupto completo
de aguijones, una tardanza oscura,
un esperar de grises y revueltas.

Luego, el laberinto torcido en eses
como un mal nudo de corbata,
se alimentaba de mis agrios desayunos,
mientras yo, borracho experto,
me hacía amigo de todas las cunetas,
de sus hambrientos cardos

y, eterno Prometeo, donaba al suelo
mis entrañas infinitas.

Algunas veces todo fallaba:
un viejo mundo se extinguía
reventado de azules y horizonte
y estallaba una promesa ilimitada y lisa,
una geografía plana de rectas
y de mares.

Ahora, aún presiento al fondo
las montañas, y espero esa curva
secreta que me abrirá de nuevo
el cielo donde, viajero en la más larga distancia,
renacerán cunetas y mareos.



...

1 comentario:

Luz_ de_Luna dijo...

Hola Ignacio!!
Recien vi tu blog, ahora vengo a dejarte mi huella y a vecisrte que vendre a seguir disfurutando de tus letras
Un abrazo Monica