martes, 30 de diciembre de 2014

Otro microrrelato. En esta ocasión con aires navideños. A ver si os gusta.





















PALMERAS


Esperó hasta dormirse y soñó con otra Navidad distinta, completa, sanadora. O tal vez fuese mejor una fecha ausente, imposible, con palmeras sobre el cielo y veleros en el horizonte.
Que ya son tantos años sin descanso, tantos inviernos…

Y lo peor es la impotencia… ¿cómo tapar las ilusiones con tan pocas telas? ¿qué cuajo hay que tener para sentir aquellos llantos inconsolables de los desafortunados -o el rechazo impertinente de un niño malcriado- y no temblar con una doble ira irreverente?

Y siempre igual… sin tiempo ni razones… sólo argumentos…

Cuando Santa Claus despertó otra vez era diciembre.


***

lunes, 29 de diciembre de 2014

Se acaba el año, pasa la vida... y yo aquí sentado. Os dejo este antiguo poema que refleja mi estado de ánimo hoy, a 29 de diciembre de dos mil y otros tantos...




EL DERRIBO

Con un llanto de cascotes torrenciales,
el noble caserón donde guardaba mis esquinas infantiles,

-intactas bajo tres asombros nuevos
de adoquines, meriendas y fantasmas-

humillado por diez golpes y un gesto de dolor dormido
-como César ante Bruto en la escalera-
ha tapado su agonía entre estertores,
y con la tos azul del viejo fumador que lo vivía
se ha rendido de una vez al miedo
en su duelo privado
de andamios rojos y piquetas

Como aquellas ballenas varadas de presagios,
por sus huecos-poros suspira los últimos vapores,
-polvo al polvo y todo nube-
elevándose hasta el cielo la huella gris ahumada
que resume en una sombra
la fuga sugerente de su magia contenida.

Tras los despojos se adivinan risas y juegos perdidos,
días temblorosos de placer, o miedo,
-todo mezclado al olor de mesas rancias-
flotando un hambre sin mañanas.

Noches estudiadas con la luz de velas ateridas,
una lámina de tedio escarchando las ventanas;
rumor de gatos pardos, llantos neonatos o agonías,
fiestas de satén y brillo en los bordados ojos
de las vestales muertas
-hoy ya estatuas-
yacentes en mármoles antiguos y quebrados,
rotos como sus huesos mudos,
como estas palabras abatidas
por la punzante idea que penetra
con certeza clara, la naciente constancia
de la huída de los tiempos idos
-otrora amables-
y el arribo imparablemente lento de la nada.



***

domingo, 28 de diciembre de 2014

Domingo, así que toca infantil... aunque hoy un poco menos. Ya veréis.























EL DIENTE



Tenía mi niño un diente
que asomaba descarado
entre sus labios valientes,
y afilado como el rayo.

No os riáis de este detalle
saliente, marca y blasón
de la estirpe que confirma
que en sus genes se posó
la urgente y voraz herencia
de las hambres mal saciadas.

Y eso le salvó la vida
cuando se sentó en su frente
sin anunciar su visita
la fiebre terca y morada.

Esa noche por sus venas
paseaban las iguanas
y en las calles se encendieron,
asustadas, las ventanas.

¡Corrieron las almas blancas
aullaron las luces negras,
crecieron alfombras rojas
se acercó la muerte al alba!

Mas cuando los sabios dieron
por perdida la partida,
con ojos de sueño eterno
mi niño volvió a la vida.

Y nos contó adormilado
que una Señora de rosa
le llevaba de la mano…
que le pareció muy guapa
y él le mordió en la mirada
creyendo que era de nata.

Su boca se hizo de plata,
el diente se hundió con saña,
la Señora lanzó un grito
como el canto de la urraca,
soltándole desgarrada
por la rabia del mordisco.

Él se regresó corriendo
a jugar con sus amigos
y nos encontró alelados
mirándole con ojos fijos.

Desde entonces a mi niño
ya no le asoma aquel diente,
que se lo llevó la Parca
prendido en su sombra amarga.


***

martes, 23 de diciembre de 2014

... y esta segunda de la sección de arte. Hoy La Ribera Sacra (Lugo)


Sober (Lugo). Cuadro al óleo de Pedro de Juana.

***

Voy a estar varios días fuera, por eso os dejo dos entradas. Esta primera es una repetición, pero es lo que me pide hoy el cuerpo. Un canto a la vida....



A veces me gusta tanto la vida que muero en los temores
de perderla, a veces.

Y es tan así que cuando quiere abrasarme la penuria
me inundo de montañas y de nubes,
cabalgo cielos, apreso soles, me baño en viento y espirales,
sonrío lunas, dibujo estrellas, amago versos y río;
río como sólo ríen, cuando ríen, los que viven serios.

Y me quiero vivo, intenso, para escribir de amores,
de sueños y fronteras, de ayeres, de lluvias imposibles
como besos; y pienso, pienso en brazos y paseos
caminando sobre aguas que sacian, a veces,
la sed del horizonte;
y siento que estoy vivo, y vuelvo a ti,
a ti, cintura y cueva.

(Entonces, aún me gusta más y más me muero).


***

domingo, 21 de diciembre de 2014

¡Ayy, Ayy, Ayy!... que casi se me pasa el arroz, pero ya estoy aquí. Bueno, es domingo casi navideño: O sea, Villancicos. Lo sé, lo sé... tiene un puntazo de cursilería pero ¿qué queréis? es lo que toca. Hala, ¡a cantar...!.




















VILLANCICO

(estribillo)
Brilla en el este una estrella
fulge al oeste un cometa
en el norte cae nevada
por el sur el Sol estalla.


Hoy los dioses reunidos
discuten como arreglarlo
pues el mundo está podrido
y en el cielo huele a rayos.

Buda propone Nirvanas
Zeus regala sus truenos
Manitú nos sopla nanas
Rama recita dos versos.

Alá medita en desiertos
Mitra se sube a una vaca
Odín nos prefiere tuertos
y Zoroastro se escapa.

(estribillo)
Brilla en el este una estrella
fulge al oeste un cometa
en el norte cae nevada
por el sur el Sol estalla.

Dios en silencio confía
pues cuando nadie miraba
en el vientre de María
dejó su soplo de albadas.

(estribillo)
Brilla en el este una estrella
fulge al oeste un cometa
en el norte cae nevada
por el sur el Sol estalla.


Hoy ese soplo ha nacido
en el portal de Belén.
Jesús le dicen al niño,
bendigámosle con miel.

(estribillo)
Brilla en el este una estrella
fulge al oeste un cometa
en el norte cae nevada
por el sur el Sol estalla.



***

viernes, 19 de diciembre de 2014

Necesité treinta minutos para escribir este poema, pero fueron treinta años los que necesité para entenderme....



ECLIPSE


Quise decir abril
y dije abril
y se oyó madre,
y luego muerte.

Así han vuelto la luz y la ignorancia
que ensayé aquel día.

No escapaba de ti,
sólo del cuerpo yerto
aplastado por las flores.

Porque me asusté de tu mirada
y de esta sombra que ahora enfrento.

Porque todavía me aprietan un rebaño
de culpas inocentes.

Porque era niño y no entendí
la manera de gemirte la partida
hasta tatuarme con uñas
el ingenuo rencor de quince años.

Porque todo cambió como en eclipse
cuando bebí del Sol
y a su calor
abandoné tus ojos para siempre.


***

miércoles, 17 de diciembre de 2014

martes, 16 de diciembre de 2014

AUSENCIA (un microrrelato un poco más largo)



AUSENCIA


¿Qué ha pasado? me duele todo. No me puedo mover… a ver así. No, no puedo ¡mierda! ¿Juan? di algo…!¿por qué me miras sin ver? ¡Juan!
¿Así escondes lo que ya sabía? Porque lo sabía ¿o aún me creías tonta? Te iba a dejar hoy, cariño; con daño, eso sí. Yo no sirvo para segundo plato ni para mentiras… pero así no, no…
¿Qué tiene este pozo Pigallo que lava conciencias y desnuda engaños…? ¿Cuántas parejas ha roto?, conozco a dos de Biota y de Ejea ¡ni se sabe!. Serán las aguas del Arba que aclaran las ideas o será el calor ¡qué sé yo!
No siento nada. ¿Cómo se lo dirán a mi madre?... y que siempre tiene razón “cuando salgas ponte bragas limpias por si acaso”…. y precisamente hoy… yo… ¡ja, ja!…¡ay! no me puedo reír ¡pobres madres!
Cuando llegan al coche, los sanitarios encuentran un joven muerto y a una chica semiinconsciente:
¿Tiene pulso?
Apenas… venga, deprisa
¿de qué se reirá la pobre? Parece que lo pasa bien. Mejor para ella.
A ver, corta el pantalón…, ahora las bragas
Pero… ¡si no lleva!



***

lunes, 15 de diciembre de 2014

La semana que viene vamos a Madrid. Ahora me toca recordarla....
























“Madrid, Madrid, que bien me suenas,
rompeolas de todas las Españas”

A.Machado


MADRID, MADRID, QUE BIEN ME SUENAS…

…rugiente malecón de playas muy lejanas,
gigante puente de lenguas y de gentes
donde el mar se mezcla con la horchata
y este chotis se revuelve en frenesí.

En tus calles y tus plazas hoy se bailan
enredados la samba, el tango y la bachata,
por tus bares se derrama un mar de cañas
y en tu frente altiva y llana se perfila un Pirulí.

¿Dónde se fueron tu salero y tu elegancia?
¿Ese Madrid de mi infancia, de pupitres y colegios,
de Carretas, de Santana, de metros y de paletos
de limpísimas mañanas, desde Sol a Chamberí?

Días de azul y paseos, de libros y de recreos,
de Retiros, de toreros por Montera y en Pontejos,
de tardes en Sabatini mirando hacia Guadarrama,
hogar donde no hay extraños, ciudad en la que nací.

Aunque te veo de lejos, siento tu fuego y tu alma,
y te canto con respeto al son del maestro Lara:

¡MADRÍ, MADRÍ, MADRÍ!



***

domingo, 14 de diciembre de 2014

Los domingos son para los niños. Hoy hablaremos del pobre lobo...























EL "POBRE" LOBO DEL CUENTO


En la cama, aquí postrado
con las tripas hechas trizas
con el rabo chamuscado
y el ánimo destrozado,
voy a empezar este cuento
por contar lo que me pasa.

Pues veréis, yo era un lobo
responsable, hacendoso,
amigo de mis amigos,
cariñoso con mis hijos
prudente y amante esposo…
y hasta casi, casi, un poco bobo.

Y virtudes no me faltan:
Soy un mago del disfraz,
astuto donde los haya,
paciente como el que más…
Y si alguien me da pié
le canto a la navidad
mejor que la Caballé.

Como era mi obligación
cuando llegó la mañana
salí de la habitación
cogí mi gorro y la capa
y me fui hacia la estación.

Allí tomé el tren de las cinco
para ganarme el sustento
trabajando con ahínco
por llevar rico alimento
a los hijos que yo tengo.

Mas veréis lo que encontré:

Una niña cursi y desobediente
que ni hace caso a su madre,
insufrible y repelente
con aires de pavisosa,
y le dicen ¡que elegantes!:
“La caperucita roja”.

Su abuelita, otra que tal:
Calladita y melindrosa,
bordadito el delantal
camisón de color rosa,
mas no suelta ni un real.

Para rematar aparece
un cazador importuno
que me soltó dos cartuchos,
que me rajó con serrucho,
y por si todo era poco,
aún me robó el desayuno.

Yo no se, como fue que me escapé.

Cuando ya estaba repuesto
vinieron los tres cerditos:
Malolientes, relamidos
dos eran indolentes y el tercero
un poquito impertinente.

Les ofrecí un buen negocio
mas tras mucho cavilar
en vez de aceptar mi precio
me llevaron a su hogar
¡para asarme como un necio!

¡Que insolencia y que desprecio
por un poquito de viento
que se me escapó al llegar!

A fin de encontrar la paz
en la orilla de un arroyo
púseme yo a descansar.
Entonces oí los gritos
de siete cabros chiquitos
que llamaban a mamá.

Y como soy educado
yo les pregunté gustoso
¿dónde para la muy pilla
de su mamá cabritilla?.

Dijéronme que a comprar
se marchó la muy listilla
(pero yo voy a dudar
de que sea ese el lugar
donde pasa su jornada,
pues son muchos cabritillos
para tan poco papá).

Me ofrecí luego gustoso
a buscarla en su trabajo
y traerla con su esposo…
(…si es que había tal).

Mas al volver no me abrieron
los siete cabros chismosos:
Que si lanas, que si voces
que si no eres mamaíta
que si su voz es bonita
y la tuya es cual trombón.

Volví con la panadera:
ella me cubrió de harina,
de huevos, me tomé media docena
para dejar la voz fina
y cantar como una nena.

Al volver a su casita
como era mi obligación
yo les metí en mi tripita
(no por nada…
sólo como precaución
y evitarles algún riesgo).

Y al esperar a la cabra
junto a la orilla del río
cansado como yo andaba
allí quedé dormidillo.

Más al despertar ¡Dios mío!,
creeros lo que yo os digo,
aquello fue un estropicio:
Me encontré dentro del río,
con el lomo bien hundido
rellenado con ladrillos
y las tripas mal cosidas.

¡Pero que barbaridad!
¡Hasta aquí llego y no más!

Así que yo me retiro
y me dedico a otro oficio
que no sea tan ingrato
porque de todos los bichos
contestadme sin dudar:

¿Cuál es el más animal?

¡¡Quien lo sepa, lo sabrá!!





***


















viernes, 12 de diciembre de 2014

Porque la vida nunca es como en los cuentos....




CINDERELLA IN BLUES


“Mucho tiempo después, frente al alfeizar de su última ventana, Cinderella recordó, por un instante, aquél día lejano en que el Príncipe Rudolf registró su casa… allá en la borrosa Sildavia…”
…Tienen los cuentos la virtud de disfrazar la realidad con aquellas fantasías que siempre nos hicieron soñar, de manera que así se nos hacen más digeribles la vida y sus fracasos. Pero en el caso de Cinderella (Cindy para los amigos) la distancia entre la verdad y lo relatado es mayor de lo recomendable, resultando la comparación entre lo cierto y lo vivido por nuestra protagonista una triste parodia. Para empezar su situación dentro de la familia no era buena, pero tampoco era mucho mejor la vida que llevaban sus hermanastras: Aquel matrimonio de viudos dedicaba sus días al ejercicio de todos los vicios conocidos, sin prestar la menor atención a su prole. Cuando regresaban a casa, bien entrada la mañana, sólo traían dos buenas borracheras, muchos insultos y algunas bofetadas para las hijas. Por estas y otras razones en aquel hogar, que antaño fue próspero, escaseaba todo menos la miseria física y la depravación moral.
Esta situación no era excepcional pues ni el reino ni la época daban para más y la pobreza o, mejor dicho, la podredumbre, se extendía insidiosa como la hiedra entre los naturales de un país con un pasado dudosamente heroico, un presente miserable y un futuro irrelevante.
Como se puede imaginar, tanta ruina trascendía al conjunto del territorio y en aquellos tiempos ni las casas eran tan bonitas, ni las calles estaban tan limpias, ni los uniformes eran tan brillantes, ni… (y esto era lo peor) los príncipes eran tan guapos como presumen los cuentos.
Gozan las monarquías con sus viejos privilegios, cargados de títulos, castillos y renombre, pero este bienestar tiene un alto precio pues la costumbre de enlazarse unas con otras para mantener su posición, se salda con la degeneración física y la acumulación de lacras genéticas; taras y defectos entre los cuales la idiotez congénita no es la menos frecuente. Así, el príncipe de nuestra historia no destacaba ni por su porte, más bien enteco, ni por su inteligencia perfectamente descriptible: Rudolfito era tonto de baba. De lo que sí podía presumir el heredero era de una lascivia insaciable, apoyada en un muy bien dotado instrumento procreativo, siempre dispuesto para su función.
A la vista de este panorama, y dado que no se encontró en toda la Europa cristiana princesa dispuesta a desposar con semejante mamarracho, sus papás, los Reyes, decidieron regenerar su estirpe con la sangre nueva de alguna muchacha sana y hermosa de las que en el reino abundaban. Para tal fin organizaron el famoso “Baile de Debutantes” que tantos suspiros ha despertado entre las jovencitas lectoras de nuestro cuento.
Mas desengañaos, niñas: Si exceptuamos los salones de Palacio, que sí eran amplios y luminosos, todo el resto destilaba un tufillo decadente y casposo. Transmitía la misma impresión que esos circos venidos a menos donde brilla el falso oropel y lo único que se renueva a diario es el hedor de los leones. Hasta la fetidez era similar, pues pese a no haber animales exóticos, sí abundaban los otros, los de dos patas y poca higiene (aún no se habían implantado las costumbres actuales y no existían los retretes). Y así, entre pelucas apolilladas, joyas falsas, ropas herrumbrosas y lacayos destartalados, se celebró el famoso ágape.
En cuanto a la ausencia de Cinderella, algo de cierto hay en el cuento aunque no del todo, pues no fueron las hermanastras quienes lo impidieran, que se les importaba una higa, sino que ella misma anduvo indecisa al no tener, la pobre, nada que ponerse con un mínimo decoro. Y sí, hubo “hada madrina”, pero con menos hechizos y más cariño. Tenían las hermanas una vecina anciana, de dulce carácter y pasado glorioso (aquí no entraremos en detalles), que profesaba un especial cariño por nuestra Cindy: Siempre que la veía exclamaba: ¡Ay, si te hubiera conocido hace unos años! Con lo que yo sé de la vida y con tu belleza, íbamos a recorrer los mejores burdeles de toda Europa… ¡no te haría sombra ni la Mantenón!, lo que provocaba un rubor incómodo en la inocente Cinderella.
El caso es que, ya desesperada, Cindy se acercó a visitar a la anciana por ver sí le sacaba del atolladero. ¡De mil amores!, exclamó, y comenzó a extraer de un baúl enorme un montón de viejos trajes de noche que, estos sí, confirmaban el alto nivel de vida que había llevado otrora la simpática viejecita. Divertidas, fueron seleccionando de aquí y de allá todos los elementos que mejor servían para realzar la belleza de la niña, hasta conseguir un conjunto realmente magnífico donde no faltaba ningún detalle. Pero como nada es perfecto se toparon con un “problemilla” y es que la talla de la anciana era demasiado pequeña para Cinderella y conseguir meter en esos vestidillos sus rotundas carnes adolescentes fue una tarea digna de Hércules. Lo peor, por supuesto, fue calzarle los zapatos. Habían escogido un par precioso, forrado con lentejuelas de plata, de punta afilada y de largos y finísimos tacones que realzaban, de manera prodigiosa, las, ya de por sí, perfectas piernas de Cindy. Para su desgracia los zapatos también eran perturbadoramente pequeños. Con todo, nuestra niña no estaba dispuesta a perderse una noche de fiesta en Palacio, así que mediante resoplidos, bufidos y sudores, se fue enfundando todos y cada uno de los aditamentos, incluidos esos zapatos que se revelaron como una excelente máquina de tortura.
Una vez bien ataviada, maquillada y repeinada por su angelical vecina, tomó presurosa el camino hacia palacio (pues lo de la carroza y los caballos, es otra fantasía más del cuento). Como llegó ya pasada la hora fijada, no pudo evitar que todo el mundo se volviera hacia la puerta cuando hizo su sonada aparición: Se produjo entonces un incómodo silencio que en seguida se transformó en murmullo de sorpresa y, paulatinamente en un estallido de hilaridad general. Ésto debería haber despertado en Cindy la sospecha de que su aspecto no era el más adecuado para la ceremonia: Embutida en un vestido demasiado corto para su altura e impúdicamente estrecho para sus generosos atributos, parecía una salchicha dispuesta a escapar de su envoltorio. El conjunto además, venía aliñado por los afeites y coloretes con que la decoró su adorable vecinita que, de tan excesivos, eran más apropiados para algún local de vida disipada y no para una fiesta en Palacio. En definitiva, a simple vista no se sabía si estábamos ante una inocente debutante, un putón de los barrios bajos, o una deficiente disfrazada de pepona.
Tristemente no tuvo tiempo de reaccionar porque, para su desgracia, según la atisbó, el priápico príncipe se abalanzó sobre ella babeante y dispuesto a no desperdiciar tal caramelo… y ya no hubo de separarse de tan explosiva muñeca en lo que restaba de velada.
Podrá suponerse que tal era el objetivo de todas las damiselas allí congregadas, y acaso fuera así para muchas, pero Cindy no estaba interesada en príncipes, palacios, ni matrimonios. Ella había acudido con la sana intención de pasar un buen rato, degustar algunas viandas de esas que tanto escaseaban en casa y echarse algunos bailes de salón. Pero no, tuvo que caer en las garras del detestable heredero que, para completar el cuadro, padecía una espléndida halitosis.
Tras “perpetrar” un par de bailes, y después de escupir algunas lindezas que pretendían ser galantes pero sonaban groseras, nuestro impaciente zangolotino fue desplazando a su pareja hacia el jardín, acaso para charlar a la luz de la luna, o tal vez, como así ocurrió, para satisfacer con prontitud sus lascivos deseos sobre nuestra protagonista.
No es que Cinderella fuera una pacata ignorante en tales asuntos, que algunos escarceos con los muchachos de su calle ya había experimentado, pero desde luego virgen era y la brutalidad con que se condujo el maromo no le ayudó en nada para suavizar el mal trago. Dolorida, humillada y llorosa, reunió coraje y, con la fuerza que alimenta la desesperación, se zafó del baboso, le propinó una certera patada allí donde más duele y huyó, escalinatas abajo, hacia su casa. Durante la carrera, el zapato izquierdo salió volando como si de un muelle encogido se tratase y fue a golpear en pleno rostro al agresor, lo que le permitió liberarse de medio dolor y acelerar su viaje hacia el destino.
A partir de aquí ya nada en el cuento es cierto: Cinderella, aterrorizada, se refugió junto a su vecina; el príncipe, rabioso, recogió el zapato perdido y buscó y rebuscó por todo el reino para encontrar a su dueña, proclamando que él nunca había dejado sin terminar lo que empezaba. Aunque en esta ocasión no tuvo más remedio, pues aquél día maldito en que Rudolf y su séquito de esbirros llegaron hasta su casa, Cindy, advertida, huyó por detrás con apenas lo puesto pero sin olvidar llevarse el zapato que le quedó, el derecho. En principio se trataba de no dejar pistas al príncipe, pero había algo en la determinación de Cinderella por conservarlo que hacía sospechar si no existirían otras razones más profundas…
Llegados a este punto, hemos de dar un salto en nuestra historia, pues desde entonces le perdemos la pista y ya nada supimos de ella hasta mucho después, cuando nos llegó la siguiente misiva desde Londres, remitida por el afamado detective Sherlock Holmes:
Londres, 26 de octubre de 1891
A/A: Hermanos Grimm (Hanau-Hessen)
Muy Sres. Míos: Tras complejas pesquisas he deducido que son ustedes las personas más interesadas en conocer los extraordinarios sucesos que paso a relatarles.
Durante mi ya larga carrera me he topado con todo tipo de situaciones, algunas chocantes, otras divertidas, algunas muy desagradables… pero jamás, repito, jamás había tenido que enfrentarme a hechos que desafiasen de manera tan notable mi eficaz raciocinio ni que pusieran en duda mi conocimiento de la naturaleza humana.
Me explicaré: Scotland Yard solicitó mis servicios para intentar aclarar unos brutales asesinatos acaecidos en los alrededores WhiteChapell, y que la prensa sensacionalista atribuía a un misterioso personaje al que apodaron como “Jack el destripador” cuando ocurrió lo siguiente…
…Aquí Holmes se extiende largamente por lo que haremos un breve resumen del minucioso relato:
Resulta que nuestra desaparecida Cinderella, tras un azaroso viaje y tratando de poner agua de por medio, arribó en la cosmopolita Londres, donde imaginó que sería más fácil pasar desapercibida. Con su espectacular belleza, en seguida encontró acomodo en una de esas elegantes casas de “mala nota” del East-end, tan frecuentadas por los caballeros de la hipócrita sociedad victoriana. Pronto fue una de las más deseadas chicas del local, y se hizo famosa por tres peculiaridades: nunca usaba zapatos de tacón sino unas sencillas chanelas, siempre le acompañaba una melancólica tristeza y jamás rechistaba cuando los sádicos “gentlemans” descargaban sobre ella la llamada “disciplina inglesa”.
Durante su estancia no estableció relación íntima con nadie, lo que aportó a su persona una aureola de secreto muy propicia para que proliferasen rumores acerca de amantes despechados, venganzas infinitas y suicidios a media voz… todo muy del gusto romántico de la época. Por su acento se intuía un origen centro europeo… pero ninguna otra información completaba el misterio.
Cuando no estaba de “servicio” se encerraba en su habitación del piso alto sin apenas dar señales de vida. Tan sólo, en algunas raras ocasiones, se sentían ruidos, como golpes de bastón, sobre la tarima, en otras, sollozos e incluso, muy de cuando en cuando, algún que otro alarido de terror. Alguien creyó ver salir de su cuarto a altas horas de la madrugada una figura sigilosa, pero sin poder afirmarlo…
Como ya leímos, Holmes y su colaborador, el Dr. Watson, llevaban tiempo vigilando la zona, en un desesperado intento por resolver los siniestros asesinatos de algunas prostitutas, cuando, por esas cosas que tiene el azar, oyeron un quejido ahogado que salía de un oscuro callejón; al acercarse a indagar, vieron alejarse una sombra presurosa… a la que siguieron discretamente hasta que penetró en una afamada casa de lenocinio. Una vez allí no tuvieron más que fijarse por qué puerta desaparecía el misterioso personaje y confirmar que no tenía huida posible, pues era la única que había en el cuarto piso. Entonces decidieron aguardar un tiempo prudencial antes de subir y así permitir que el asesino se creyera seguro y desprevenido. Cuando estimaron oportuno, alcanzaron las escaleras sigilosos y una vez ante la puerta exclamaron al unísono: ¡Abra, no tiene escapatoria!
En el interior, tras unos instantes de estupor, se sintió un movimiento ajetreado y, luego, el golpe seco de una ventana que se abría. Rápidamente, Holmes y Watson forzaron la puerta pero sólo tuvieron un segundo para cruzar su mirada con una bellísima mujer que les sonrió, enigmática, antes de arrojarse al vacío.
Cuando bajaron corriendo a la calle, encontraron, para su sorpresa, una capa de seda negra y, debajo, un par de preciosos zapatos forrados con lentejuelas de plata, de punta afilada y de largos y finísimos tacones… pero nada más, ni el cuerpo de la chica, ni rastros de sangre… Ambos se miraron estupefactos y, sin decir una sola palabra, se juramentaron para no contarlo jamás, pues jamás les creerían.
Más tarde, al inspeccionar su habitación, descubrieron un armario repleto con todo tipo de zapatos de tacón, aunque, extrañamente, sólo había uno de cada par: el izquierdo. Sobre la sencilla mesa reposaba abierto un diario inacabado. En él leyeron estas últimas palabras de Cinderella:
“¡Por fin se ha cerrado el círculo! Hoy he podido completar la venganza y recuperar mi destino. Sabía que el perverso Rudolf no cejaría en su empeño de encontrarme. Sus sabuesos se acercaban tanto que me vi en la necesidad de eliminar a alguna de sus espías. Definitivamente supe que él mismo estaba en Londres así que le tendí la trampa tantas veces soñada: Envié una nota a su hotel citándole en un discreto callejón. Conociendo su prepotencia y su estupidez tuve por cierto que caería en la celada, como así ha sido. No tengo remordimientos, pues él me robó la razón, la vida y la libertad. La fobia que, por su culpa, me despiertan los tacones podría parecer una simple anécdota, pero no, no lo es en absoluto, pues me ha hurtado mi feminidad, mi propia razón de estar en el mundo. Una mujer, para ser completa, ha de tener capacidad para elegir, y no es un detalle menor el asunto del calzado. A través de nuestros pies y en consonancia con el resto del cuerpo, nos manifestamos: Seducimos, provocamos, complacemos, sugerimos… Amamos y nos dejamos querer, sabemos aceptar o rechazar sin una sola palabra; decidimos cuando ser madres, esposas, cortesanas, amantes, compañeras, amigas, rivales… todo a un tiempo pues así de complejas somos. Con el calzado y los aditamentos adecuados nos expresamos alegres, esperanzadas, tristes, conquistadoras, derrotadas, luchadoras, divertidas, serias, salvajes, humildes… Y toda esa maravillosa capacidad de SER se quebró en mi adolescencia por la lascivia egoísta de un asqueroso animal. Ahora estoy feliz, pues al recuperar aquel zapato perdido, me siento curada y empieza una nueva oportunidad. Volve…” (aquí termina abruptamente el diario). Del resto ya sabemos…
Al día siguiente, los periódicos londinenses escondían en su interior dos noticias breves que pasaron desapercibidas:
“Resueltos los crímenes de WhiteChapell. Hay un detenido.”
Y más adelante:
“Aparece muerto, en extrañas circunstancias, el príncipe heredero de Sildavia”.
De la mágica desaparición de Cinderella no se mentaba nada. Pero lo que sucedió después… ya es otra historia.




***

jueves, 11 de diciembre de 2014

NOVEDAD: ¡¡¡AHORA TAMBIÉN TENEMOS SECCIÓN DE ARTE!!!



He animado a mi amigo Pedro, que es un excelente pintor, a darse a conocer un poco por estos mundos de internet, y para eso le ofrezco mi blog, con mil amores. De su calidad, hablan los propios cuadros, y si alguien quiere hacer una buena inversión, están en venta, así que....









ISLA DE BURANO (VENECIA)

martes, 9 de diciembre de 2014

Hoy volvemos a la poesía. Hablaré de ellas, las que son como diosas...
















DIOSAS

No te supe mujer, te sentí diosa múltiple,
exacto aliento doble,
álgebra de brazos-piernas,
razón de besos circulares.

Eras tú y erais vosotras.

Me alcé bífido y bifronte,
apetito solar puesto en los dedos,
boca geminada
sobre dos lunas de Marte,
eco de labios repetida,
vasija duplicada entera.

Orilla de dos mares juntas
revoltosas,
alfabeto con deltas anegadas
por mi río plural y repartido.

Esponjas
arropadas bajo un lienzo,
verbo
desnudo entre dos sombras.


***

lunes, 8 de diciembre de 2014

Influenza (así me siento yo hoy)




















INFLUENZA

A fe que nunca hubo ninguna que
me llevara a la cama tan aprisa
ni acertara a sacarme la camisa
con la acerada punta de su estoque.

Sus besos alfileres en mi yunque
taladrando sin pausa la sonrisa
que se torna calor letal y avisa
del inicio feroz de tal ataque.

De su amor temblor me agita en cama,
postrándome a sus pies domina el sueño
y al mundo entero grita su proclama:

"Sabed que nadie escapa de mi empeño
pues domino a los hombres con mi flama
y a los mejores médicos desdeño".



***

domingo, 7 de diciembre de 2014

Bueno, como ya sabéis los domingos son para los niños.... ¿o no?




















EL ESCARABAJO PRESUMIDO

Vuela el escarabajo
por el jardín del edén
zumbando como un badajo
de tan gordo como es.

De color negro brillante
presumido y coquetón,
en las manos lleva guantes
de seda con algodón.

A todos va saludando
con gestos muy elegantes,
mientras tanto va silbando
canciones de las de antes.

Cuando ve a las mariquitas
se dice muy pensativo:
“¿Qué tendrán estas chiquitas
que todos las ven bonitas?”

“Pues yo no voy a ser menos,
que también quiero gustar:
¿dónde estará ese secreto
que necesito encontrar?”

“¿Será porque son pequeñas?
Pues así es la garrapata
y siempre recibe leña
en cuanto mete la pata.”

“¿Será por ser tan risueñas?
También se ríen la hienas
y cuando con ella sueñas
te quedas lleno de pena.”

“¿Será porqué son muy rojas
con siete pintas muy negras?
ya encontré la paradoja:
¡me tendré que poner pecas!”

Sabedor del gran secreto
se afanó en la solución
buscando el modo discreto
de no llamar la atención.

Con siete granos de arena
que introdujo en su bolsón
y una bola de resina
fue al pintor rauda y veloz.

Le dijo a la cochinilla:
pégame estos siete granos
como si fueran estrellas
en las noches de verano.

Luego me das cuatro manos
con esa pintura roja
que les gusta a los humanos
y que escondes en tu alforja.

De rojo y grana pintado
el encargo se ha cumplido;
las piedras son retiradas
y él se mira convencido.

Así quedó nuestro amigo,
de mariquita vestido,
tan contento como un crío
al que le dan un triciclo.

Mas creed lo que yo os digo
que al verlo tan gordinflón
todos en el huerto han dicho:
¡tremendo el mariquitón!

Ya de nuevo paseaba
entre dientes de león
saludando al que pasaba
creyéndose el campeón

Se acercó a las mariquitas
como si fuera un gigante
luciendo su barriguita
muy ufano y muy galante.

Junto a ellas presumía
por causarles impresión
y ver que cara ponían
pues era esa su ilusión.

“Ahora que voy pintadito
de todos seré la envidia
que no hay otra mariquita
tan grandota y tan bonita”.

Mientras así proclamaba
suave red de mariposas
en su cuerpo se enredaba
capturándolo alevosa.

¡Pardiez! gritó el cazador
¡¿Qué es esta cosa tan gorda?!
Nunca ha visto este señor
mariquita tan oronda.


Y aquí se acaba la historia
del escarabajo fino
que quiso ser mariquita
y encontrose su destino.

(¿Mas sabéis que le ocurrió?:
Lo exponen bien alumbrado
en un museo importante,
con aguja está pinchado
leyéndose en su epitafio:

“Aquí yace la más grande:
La Mariquita Gigante”)


***

viernes, 5 de diciembre de 2014

Homenaje a César Vallejo (el poeta). Primero un poema suyo, luego...




PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...


(Poemas Humanos, 1937)


VALLEJO Y OTROS MÁS


Abundan de tremor los viejos versos
los que parió Vallejo y otros más
que le nacieron de la axila al pelo.

Suspiran de ciudad y huesos muertos
húmedos de pan y lluvia y mar
y de aguaceros que empaparon lechos.

Derrotan soledad de abetos-cedro
sin pureza en faldas o laderas o mentiras
de amor subido en pechos de colegio.

Revientan mi inventar de nuevos techos
los que rompió Aragón de surreal
que no dejaron voz ni acaso suelo.



***

jueves, 4 de diciembre de 2014

La Raulito (microrrelato)




La Raulito

Empezó a pensar en un nuevo teorema, una nueva definición de la vida, algo que le sirviera para entender su anatomía y conciliarse con el resto.
Porque ya estaba aburrida de explicarse diferente:
- ¿Puedo jugar con los chicos?
- No, que son muy brutos. Ven, mira que vestido he cortado para la Nancy…
- Pero ese fucsia es muy feo… mejor sería verde…
- ¡Calla, calla! Qué sabrás tú…
Y siempre así.
Pero ahora aún era más raro pues si Juan era su novio – o eso decían-… ¿por qué todos sus sueños empezaban con un beso de Lucía?



***

martes, 2 de diciembre de 2014

Ayyyyy!!!.... hoy me acuerdo de mi abuelo, así en sonetos.






















Abuelo



Tan pronto te subiste al alto cielo
que ni tiempo tuve de olvidarte;
eras la mano cálida tan fuerte,
donde hundía las mías sin recelo;

eras el brazo alzándome del suelo,
arrullo amigo desde tu alto porte,
mimos de abuelo quiero recordarte
o un beso suave y cómplice en mi pelo.

Tu nombre me asignaron convencidos
de que soy el portador de tu simiente,
pues afirman que somos parecidos.

Yo presumo de ser tu descendiente
y a todos los retoños ya crecidos
del abuelo les hablo tiernamente.



domingo, 30 de noviembre de 2014

Hoy toca infantil. Va una NANA














NANA

Un pájaro lleva en el pico
una espiga muy grande,
parece trigo.

La abeja trajo su miel,
voló hasta un nido,
la dejó en él.

Con el trigo y con la miel
te haré papilla:
si le añado más leche
saldrá pastel.

Nanas de trigo, nanas de miel,
flor de rocío mi churumbel.

Cómetelo todo mi niño;
no tardes mucho
que viene el frío.

Tu madre ya está en el lecho,
ponte al abrigo
busca su pecho.

Nanas de noche, nanas de frío,
te las susurro junto al oído.

Duérmete pronto en la cuna
que luego saldrá la Luna
muerta de hambre.

Nanas de sueño, nanas morunas
te las canta tu padre
mientras te acuna.

Colgada de su alambre
la Luna baja,
tan elegante…
… y a los niños que no duermen
se los merienda
la muy tunante.

La nana, nana, suena en el aire…
….ya mi niño se duerme
sin que se acabe…




viernes, 28 de noviembre de 2014

Hollín (homenaje a todos aquellos niños)



HOLLÍN

León es rubio y ceniza,
cerveza de Praga.

También es serio,
ahora.

León cree que tiene diez años,
aunque sus ojos cuentan más.

León cuida de Arthur,
limpia las botas de Arthur,
prepara el uniforme de Arthur.

Es bueno Arthur,
y fuerte.

A los niños les gustan los hombres fuertes.

Arthur le trae golosinas por las noches,
cuando le acaricia el pelo, cuando le mira.

León no llora.
Nunca.
Las lágrimas que surcan son por el hollín.

Siempre hay hollín en Birkenau, siempre

Se lo contará a sus padres,
algún día,
algún día.

El 19 de enero de 1945
en Birkenau,
León ya no pudo llorar más


-y el aire siguió sudando hollín-


martes, 25 de noviembre de 2014

Otro microrrelato: "Volaré"



Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión… Fue entonces cuando con el lento ronroneo de las hélices se abrió su entendimiento abotargado y desde una lágrima, perfilada entre la emoción y la pena, recordó a aquella morochita de la 31 que juraba muy seria: “¡De mayor volaré por los cielos! Y todos se burlaban: Eso no es para vos, negra, esas son cosas de ricos”.
¡La pucha…!, y vino a ser cierto, pero no como ella soñaba. Luego, cuando el milico la empujó hacia el abismo, cerró los ojos y se dejó mecer entre los vientos.
Al oeste, todavía oscuro, se intuía el resplandor de Buenos Aires.


domingo, 23 de noviembre de 2014

Antes del tiempo



Cuando el universo era y no era
ese punto que de tanto pesar
nada ocupaba
y el tiempo era tan joven
que por pasar nunca pasaba,
Tú y Yo ya éramos Nosotros.

Cuando el mundo era tan nuevo
que no era
Nosotros tejíamos futuros y poemas
ocultando primaveras en tu vientre.

Cuando la Tierra ya no sea
y sea tierra,
de amor seguiremos siendo juntos
…dura piedra.



sábado, 15 de noviembre de 2014

Algunos microrelatos


Hola de nuevo. No hace mucho descubrí una propuesta literaria en el programa de la Cadena Ser "La Ventana". Consiste en escribir un microrelato semanal con un máximo de 100 palabras. El texto debe empezar con la frase final del ganador de la semana anterior. Es una divertida propuesta. Aquí os dejo algunos, ya iré añadiéndo más. Espero que os gusten.


MENÚ (nota: En esta ocasión también era obligatorio el tema, pues el programa estaba dedicado al hambre en el mundo)

Recluida en el pozo seco, pronto se callará: Siempre lo hacen.

- ¡Milo!...

El niño se despide en silencio de su valiosa prisionera, cierra con cuidado la trampilla y acude junto a la madre. Al salir del descampado cruzan, esquivando coches, una luminosa avenida escoltada por varios rascacielos. Cuando llegan a la altura del restaurante -ese lugar preñado de aromas al que nunca entran- Milo silabea un cartelón: “Po-llo al a-ji-llo 4 €”. Entonces sonríe y no lo duda…

- “Sí, al ajillo estará buena. Al fin y al cabo las ratas también tienen muslos”.


El Tren


Pero ya nada sería igual ni el mundo el mismo. Tal vez si aquella mujer hubiera accedido cuando el niño insistió de nuevo…
- No puede ser, Adi, es demasiado caro.
- Pero Ludwig sí puede. ¡Mírale, él consigue todo lo que quiere!...
…sólo el tren, mamá, ¡te lo juro! Ya no pediré nada más.
- No…
- Pero… pero… ¿por qué?
- ¿No te das cuenta de que ellos son ricos, ricos judíos de Viena y nosotros no?
Y con esas palabras Klara Hitler dio por zanjado el asunto.

Mientras se alejaban del escaparate, en lo más recóndito del lloroso Adolfo algo cambió para siempre.




martes, 7 de octubre de 2014

MOISA






Hola de nuevo. Este relato ha quedado finalista en el Premio especial sobre la Reconciliación del Canal Literatura. Espero que os guste.


MOISA



- ¡Marijan, Laila!, ¡Volved aquí ahora mismo!

Moisa, sentada sobre el suelo de la estación de Mostar, esboza un gesto severo hacia los niños, consciente de que no les engaña. ¿Cómo podría hacerles más daño del que ya les hace a diario la vida? Bastante llevan ya sufrido. Aun así nunca se cansa de verles jugar y reír como si todo lo que ocurre a su alrededor resbalara sobre esa piel dura y curtida.

Cuando al fin se acercan, les regaña por quitarse los abrigos, olvidando que los niños jamás tienen frío. Cerca, pasea una pareja de soldados españoles -haciendo su patrulla- que la miran con disimulo y sonríen.

- Menos mal que están estos aquí, que si no…

Es guapa, Moisa, muy guapa, pero no lo sabe, o prefiere no saberlo. Tal vez porque esa belleza no le ha dado sino sinsabores y disgustos; primero por ser el objeto de deseo de demasiados hombres, luego porque esa misma cualidad la hizo diferente a las otras mujeres del Centro de detención de Miljevina impidiendo que cumpliera su destino de muerte junto a ellas.

FICHA
Djulic, Moisa nacida Bosnjiak el 18/07/1970 en Sarajevo
Padres: Desconocidos
Casada. Esposo: Djulic, Drazen,
Nacionalidad: Bosnia,
Religión: musulmana

Nota: Protegida por el camarada Milo Djulic. No maltratar.

Por supuesto, esta protección llevaba cosido un precio en su etiqueta: Se llama Marijan y tiene cuatro años.


La larga espera sumerge a Moisa en un letárgico ensimismamiento que la lleva a otros tiempos más felices, antes de que empezara el final de todo. Vuelve a la biblioteca de Sarajevo, al rostro sereno de Drazen, a su primera vez juntos, a su olor… Después todo vino rodado, como si las cosas no pudieran ser de otra manera: La conversión de Drazen, la boda por el rito musulmán, los años felices, el embarazo, los ojos de Laila… y al fin el momento más temido: Su viaje a Podgorani.
La familia de Drazen pertenecía a la baja nobleza Serbia, terratenientes que lo habían perdido casi todo en pocos años: Sufrieron el terror Ustacha de Pavelic, la posterior venganza Chetnik, y finalmente las purgas de Tito. Pero conservaban el orgullo de sus antepasados, los vencedores del Kosovo y militaban en el más rancio nacionalismo, siempre soñando con una Gran Serbia imposible.

El recibimiento no llegó ni a la categoría de cortés. Tan sólo Milo, el hermano pequeño, mostró un calculado interés por ella, teñido de desprecio hacia Drazen, como si su conversión fuera la peor de las traiciones.

Entonces fue cuando todo enloqueció, todo. Ahora ellos están muertos, todos muertos, todos…

- ¿Hola? ¿Alexandra? Sí, soy Moisa. Estoy en Mostar con tus nietos…
Por favor, ven…


Un bufido agónico anuncia la llegada del decrépito tren. Moisa se levanta nerviosa y se dirige con los niños hacia los vagones. Entre un marasmo de cajas de cartón, viejas maletas y muchas emociones, divisa el pelo alto, entrecano y orgulloso –inconfundible- de Alexandra, su suegra por partida doble. Llevan cinco años sin verse y se observan en silencio buscándose la una en la otra. Ambas han cambiado, ambas han bajado a los infiernos para resurgir con el alma lacerada, pero se reconocen como parte de una estirpe de mujeres que les une más allá de los genes. No hay llantos, no hay reproches, tampoco besos ni gestos excesivos. A través de la mirada se comprenden y, en silencio, se erigen en las firmantes secretas de un pacto de futuro, cómplices en la esperanza, garantes de una paz que rompa con la historia.

- “Marijan, Laila… dad un beso a vuestra abuela…”.

Entonces, cada una con un niño de la mano y enlazadas por sus brazos, emprenden el lento camino a Podgorani, hacia lo poco que quede de la vieja granja familiar. Sólo se tienen la una a la otra en el mundo; Alexandra, serbia ortodoxa, Moisa, bosnia musulmana. Ambas han perdido demasiado en esta guerra infame, pero se saben necesarias.
Tal vez esto sea lo que llaman reconciliación, acaso simple sentido común. Por eso, desde la tierra de sus antepasados, lucharán por sobrevivir y rezarán -cada una a su Dios- para que ni Marijan ni Laila, tengan que enfrentar jamás otro huracán de odio o el punzante rencor nacido de una bala.


sábado, 17 de mayo de 2014

AMANTES

Hoy tengo ganas de poema. Aquí os dejo uno.





La gacela alza el cuello
atraída por su agrio olor tan fuerte.
Trae promesa de un peligro excitante
y tan de frente que la obliga a demorarse
en su carrera
-cómplice del duelo del amor
y de la muerte-

El león la abraza enamorado
de su espanto.
La besa con beso posesivo,
y absorbe sus alientos hasta hartarse
-borracho de sollozos-.

Mirándose de amor, al amor ceden
los dos con sangre apasionada.

Y así tumbados
el misterio de la carne se resuelve:
el león y la gacela son amantes…
                                               (…pero no lo saben).




...

miércoles, 8 de enero de 2014

Halloween



¡Cuanto tiempo sin pasarme por aquí! Pero, bueno, no hay mal que por bien no venga y aquí traigo otro relato que ha quedado primero en el XXX Certamen del Picarral. A ver si os gusta.


HALLOWEEN




Nada más traspasar la puerta del edificio, el pie derecho de Justo se desliza sobre la viscosa untuosidad de un caramelo. Imperturbable, sigue caminando sin detenerse siquiera a mirar, siempre aferrado a su rígida postura: Cabeza gacha, barbilla pegada al pecho, hombros encogidos y cuerpo adelantado, como un fugitivo. De esta manera su enjuta silueta se vuelve invisible. Pero esta vez, la pegajosa adhesión de esa inocente golosina le ocasiona una leve cojera asimétrica y tenaz que entorpece el rápido discurrir de su paso nervioso. Enfadado murmura un exabrupto, al compás de su ritmo sabrosón, más espeso que todos los dulces del mundo juntos: ¡Malditos críos!, ¡malditos ellos y sus padres!, ¡malditos los vientres de las rameras que os concibieron!…, ¡os iba yo a meter “hallowen” por donde más duele…!

Nadie se habría imaginado nunca que esa boca fuera capaz de articular tales disparates, porque la presencia física de Justo es engañosa. Trae un rostro delicado, con pómulos insinuados, ojos claros de mirada triste y labios sensuales. Pequeño de talla, muestra unas hechuras livianas, casi evanescentes. Un conjunto que no encaja con su gesto sombrío y huidizo.

En realidad la personalidad de Justo es una incógnita universal porque ni su mujer, Juanita, ni su hija, Vicky, tienen un cabal conocimiento de los recovecos más íntimos que componen a este ser oscuro. Además siendo de naturaleza huraña, tampoco disfruta de amistades verdaderas con quien compartir emociones y esperanzas.

La psicología le consideraría misántropo, misógino y paranoide, todo ello aliñado con un picante toque de trastorno obsesivo compulsivo. Ahora bien, para el lenguaje común la explicación de su carácter es mucho más sencilla: Justo es raro de narices (y eso diciéndolo por lo fino).

Su vida transcurre en una plácida medianía donde aparenta sentirse a gusto: Milita en ese limbo intemporal que abraza a los hombre entre los treinta y los cincuenta años, su economía, sostenida por un salario industrial, le permite sobrevivir sin excesos pero sin sobresaltos y habita una vivienda de tipo medio en un barrio periférico igual al de cualquier otra ciudad mediana (¿por qué no Zaragoza y el Actur?). Incluso su forma de vestir es también anodina: Informal pero sin estridencias en el estilo, apagada y monótona en los colores. Puntilloso, relamido, con el peinado siempre perfecto… en resumen, gasta los aires de un seminarista casi posconciliar.

Desempeña su trabajo en una conocida multinacional del automóvil (¿tal vez la GM?), siempre en el turno de noche. Desde su punto de vista esto tiene varias ventajas: Mejor sueldo, menos jaleo, pero sobre todo hay dos aspectos que son muy apreciados por quien odia los cambios: La monotonía de su labor y la ausencia de sorpresas. Como detalle añadido, sus horarios extemporáneos le permiten evitar la mayoría de los molestos contactos personales a los que obliga la sociedad.

Puede extrañar que Justo, con estos antecedentes, superara su misoginia para casarse, pero aquel matrimonio más que del amor nació por puro agotamiento. Ambos, Justo y Juanita, pertenecían al mismo grupo de compañeros de colegio. A lo largo del tiempo la pandilla se fue escindiendo de manera natural hasta ser ellos sus únicos representantes. Así, las cosas cayeron por su peso y los dos elementos más insulsos del conjunto terminaron unidos por una simple cuestión de persistencia. En el imaginario de Justo el matrimonio es el estado ideal de las personas “decentes”, mientras que Juanita, tímida hasta lo patológico, no tuvo carácter suficiente para rechazar su propuesta.

De modo que formaron una familia, al uso tradicional, e incluso tuvieron una hija, lo cual es admirable pues Justo no se caracteriza por sus efusiones afectivas y menos por las sensuales que jamás han ido más allá de lo estrictamente imprescindible. Juanita, por su parte, carece de genio para resolver esta situación y se limita a mostrar su desencanto mediante silencios y amargura. Desgraciadamente para ambas, es en las distancias cortas de la intimidad donde Justo se desinhibe y libera sus rarezas convirtiendo la convivencia en una suerte de tortura. Sorprende que de un ser tan minúsculo y frágil rezume tanta mala baba.





Y así están las cosas hoy, día 31 de octubre, cuando retumba el teléfono a una hora infrecuente:

- ¿Diga?

- ¿Justo?

- Sí, soy yo, ¿quién es usted?

- Soy Puri, la vecina de tu madre…

- Ah, sí…. Dígame…

- Verás, disculpa que sea un poco brusca, pero tu madre ha fallecido esta tarde.

- … Ya… ¿Cómo ha sido?

- Bueno, estaba muy enferma… no sé si lo sabías.

- No… no tenía idea…

- Mira, mañana a mediodía la vamos a enterrar. Tus tías no querían que te avisase, pero ella me lo hizo prometer antes de su muerte. Yo he cumplido. Ahora tú sabrás lo que haces.

- Vale, vale, gracias… adiós.

Y aquí acaba la conversación. Justo, más pálido de lo habitual, se retira a su despacho seguido de cerca por Juanita que le pregunta preocupada: “¿Quién era?, ¿qué ha pasado?”…Sin dignarse contestar, cierra la puerta en sus narices y echa el pestillo. Entonces, y durante un buen rato, del interior escapan gritos, llantos, extrañas voces - ora de hombre, ora de mujer-, algunas risotadas siniestras, varios golpes fuertes y, luego, un silencio inquietante.

Vicky y Juanita, aterrorizadas, aguardan junto a la puerta en un vano intento de comprender algo cuando, sorpresivamente, Justo abre la puerta, sale ligero y, sin más explicaciones, ordena: ¡Vámonos!

- ¿Pero, cómo?, ¿a estas horas?, ¿a dónde?...

- A Judes. Mi madre ha muerto. Así que os quiero a las dos vestidas de luto riguroso. ¡Venga, rápido!

Y esta es toda la comunicación que mantienen durante las dos horas y media que dura el trayecto.

Judes es uno de esos pueblos perdidos en la montañosa Soria -a desmano de cualquier lugar-, cuyo pasado fue glorioso y que ahora sobrevive apenas habitado por medio centenar de ancianos. Justo marchó de allí una tarde a finales del verano de 1975 con destino a un internado de Zaragoza y nunca ha regresado. Parece que aquel viaje tuvo algo más de expulsión que de salida escolar, pues no estaba previsto pero, si se pregunta a los testigos, nadie ofrecerá una explicación convincente sino simples vaguedades, dando la impresión de existir algún pacto de silencio.

Curiosamente, ni Vicky ni Juanita han estado nunca allí, ni saben nada de una infancia que nuestro protagonista parece haber enterrado. Sólo conocen su existencia por la partida de nacimiento que presentó cuando la boda, pero nada más puesto que Justo no tolera preguntas sobre el asunto.

Llegan ya bien anochecido y, pese a los muchos años de ausencia, Justo no tiene ningún problema en reconocer la casa familiar. Durante este tiempo, hasta los pueblos más remotos han experimentado un notable desarrollo: Calles asfaltadas y bien iluminadas, redes de saneamiento, pabellones deportivos, plazas renovadas, ayuntamientos rehabilitados… pero todo esto no deja de ser una fachada. En cuanto se traspasa el umbral de las viejas casonas centenarias, asoma la verdadera esencia decimonónica y patriarcal de la Castilla eterna.

La puerta de la casa mantiene una hoja cerrada, mientras que por la otra, entreabierta, entran y salen los escasos vecinos para ofrecer sus condolencias y acompañar a la familia. Los hombres aguardan fuera, circunspectos, comentando los detalles de la reciente sementera. Dentro las mujeres, todas de negro, se reparten en rededor de una sala amplia y mal iluminada, mientras musitan la lenta melodía de un rosario desganado. Antonia, la del carnicero, lleva la voz cantante en la oración, con esa facilidad que otorga la práctica cotidiana.

La entrada de Justo y su familia origina un revuelo discreto de miradas y cuchicheos, amortiguados por el chirriar inquieto de algunas sillas sobre las losas de barro cocido. Solamente Doña Puri se acerca a saludarles y les agradece su presencia:

- Me alegro de verte. Has hecho lo que debías. ¿Ésta es tu esposa?, y ésta tu niña… ¡qué guapa!

- Encantadas…

- Tanto gusto

- Vale, vale, -interviene Justo con sequedad- … ¿dónde está mi madre?

- Todavía no la hemos bajado. Te estábamos esperando para prepararla. Ya sabrás que te corresponde a ti elegir el vestido para amortajarla….

- ¿De veras?- responde horrorizado-....

- Es la costumbre… A falta de hijas. Tu madre insistió en que fueras tú.

Las tías, entretanto, se limitan a observarles desde el fondo: a él, con desprecio, y a ellas con curiosidad morbosa. Justo, de nuevo demudado, las ignora sin alentar una sola palabra, como si hubiera entrado en un estado catatónico. Juanita y Vicky, por su parte, son conscientes de estar participando en un dolor ajeno a ellas pero, respetuosas y sumisas según su costumbre, se incorporan al coro de mujeres y desaparecen en la semipenumbra de los rincones, tan bien adaptadas al entorno como si hubieran nacido allí.

Doña Puri insiste y poco menos que tiene que empujarle escaleras arriba para que cumpla su cometido.

- ¡Venga, Justo!, compórtate como un hombre por una vez. Ya sabes dónde está todo, que no se diga. Y, por favor, no nos des otro espectáculo…

Justo tarda en reaccionar, atenazado por una aprensión visceral. Ofrece una expresión perdida y la piel translúcida. Cada poro de su cuerpo se rebela a través de un minúsculo temblor, y pese a todo, igual que al condenado camino del cadalso, su progreso se confirma mediante el quejumbroso gemir de los peldaños de madera antigua que, uno a uno, van anunciando la ascensión. Sin una transición consciente, Justo se descubre abrumado en el dormitorio grande, el que fuera de su madre y antes de su abuela. Aquí está el lecho secular, el altar donde se han gestado durante generaciones los destinos de la familia, con sus triunfos, sus miserias y sus enigmas.

Con movimiento mecánico abre el gran armario ropero, de sólidos tablones, para enfrentarse al vestuario completo de sus ancestros expuesto en este escaparate como un laberinto de vivencias y pasados: Allí, bajo ropa centenaria, también descansan cajas de contenido mágico: Joyeros engalanados, sombrereras asustadas por boas con hambre de marabú, pieles adormecidas de animales extinguidos… y todo el devenir de una estirpe que nunca se desprendió de nada.

Según contempla, extasiado, tanta historia, sus ojos tropiezan en el espejo lateral con la imagen de un hombre mediocre y aburrido. El hedor de esa visión provoca un estallido en su interior, que se dispersa y recombina como los mil cristales de un caleidoscopio prodigioso. Su razón evoca momentos remotos y acallados: el calor de un verano pegajoso, la picazón de un adolescente atormentado, el temblor asustadizo de quien se sabe transgresor de la moral, culpable de pecado. Se recuerda excitado de placer por lo prohibido, mareado de impaciencia golosa ante la arrebatadora visión de aquellos largos trajes rematados con encajes, por la promesa galante de la esencia de violetas, el aroma saturado del carmín, la delicada suavidad de las polveras… todo demasiado sugerente para esquivarlo, demasiado tentador…

…tanto que su deseo, desbordado, rompe y se desliza entre satenes, fluye vaporoso hacia emociones y peligros, se eleva sobre un miedo hecho de nube, como magia destilada y atrevida…. hasta derramarse en lluvia líquida tras el lamento imposible y repentino que emana de su madre muerta, de todas las madres muertas, de todas las bocas muertas -las de ayer y las de mañana- descomponiéndose en vida. Un barullo viejo y una conmoción nueva, confundidas en la misma y perpleja baraúnda de insultos, lloros y risas dislocadas, como si pasado y presente fueran una sola cosa.

Porque esta noche, como aquella otra memorable de 1975, Justo asoma al pie de la escalera transmutado en niña antigua. Trae el mismo glamour de una opereta y galopa sobre un enorme “dejavú”. Y una vez más el pueblo reunido con la muerte -en aquel día lejano la de su padre, hoy por la de su madre-, se escandaliza y ruge ante la tenue figura embutida en sedas y tafetanes: Muñeca fantasmal, de boca muy pintada, tez lechosa empapada en colorete y una mueca obscena entre los labios.

De sus ojos se desprende la mirada fundida de un ser que ha roto todas las barreras, esa maraña de obstáculos que había erigido desde entonces para ocultarse de su verdadera naturaleza. La realidad de alguien encerrado en un cuerpo que no le corresponde, reprimido hasta la enajenación por confesores apocalípticos, maestros recalcitrantes y una sociedad hipócrita y castrante que no sabe perdonar.

Fijaos bien, ésta es su única identidad, la que nunca supo manifestar, la que le roía el alma desde dentro y, pugnando por liberarse, le anulaba.

Por fin, un Justo transformado, deslumbrante, se planta en el centro de la habitación y, con provocadora voz de vicetiple, escupe su victoria:

- ¡¡Miradme, hijos de Judes, he vuelto!!

Y es que, como todo el mundo sabe, en las noches de Halloween los niños salen disfrazados de sus casas, los espectros se remueven en las tumbas, los caramelos se escapan de sus envoltorios y las muñecas antiguas, ataviadas de organdí, abandonan para siempre los viejos armarios roperos de las mansiones encantadas.