domingo, 14 de diciembre de 2014

Los domingos son para los niños. Hoy hablaremos del pobre lobo...























EL "POBRE" LOBO DEL CUENTO


En la cama, aquí postrado
con las tripas hechas trizas
con el rabo chamuscado
y el ánimo destrozado,
voy a empezar este cuento
por contar lo que me pasa.

Pues veréis, yo era un lobo
responsable, hacendoso,
amigo de mis amigos,
cariñoso con mis hijos
prudente y amante esposo…
y hasta casi, casi, un poco bobo.

Y virtudes no me faltan:
Soy un mago del disfraz,
astuto donde los haya,
paciente como el que más…
Y si alguien me da pié
le canto a la navidad
mejor que la Caballé.

Como era mi obligación
cuando llegó la mañana
salí de la habitación
cogí mi gorro y la capa
y me fui hacia la estación.

Allí tomé el tren de las cinco
para ganarme el sustento
trabajando con ahínco
por llevar rico alimento
a los hijos que yo tengo.

Mas veréis lo que encontré:

Una niña cursi y desobediente
que ni hace caso a su madre,
insufrible y repelente
con aires de pavisosa,
y le dicen ¡que elegantes!:
“La caperucita roja”.

Su abuelita, otra que tal:
Calladita y melindrosa,
bordadito el delantal
camisón de color rosa,
mas no suelta ni un real.

Para rematar aparece
un cazador importuno
que me soltó dos cartuchos,
que me rajó con serrucho,
y por si todo era poco,
aún me robó el desayuno.

Yo no se, como fue que me escapé.

Cuando ya estaba repuesto
vinieron los tres cerditos:
Malolientes, relamidos
dos eran indolentes y el tercero
un poquito impertinente.

Les ofrecí un buen negocio
mas tras mucho cavilar
en vez de aceptar mi precio
me llevaron a su hogar
¡para asarme como un necio!

¡Que insolencia y que desprecio
por un poquito de viento
que se me escapó al llegar!

A fin de encontrar la paz
en la orilla de un arroyo
púseme yo a descansar.
Entonces oí los gritos
de siete cabros chiquitos
que llamaban a mamá.

Y como soy educado
yo les pregunté gustoso
¿dónde para la muy pilla
de su mamá cabritilla?.

Dijéronme que a comprar
se marchó la muy listilla
(pero yo voy a dudar
de que sea ese el lugar
donde pasa su jornada,
pues son muchos cabritillos
para tan poco papá).

Me ofrecí luego gustoso
a buscarla en su trabajo
y traerla con su esposo…
(…si es que había tal).

Mas al volver no me abrieron
los siete cabros chismosos:
Que si lanas, que si voces
que si no eres mamaíta
que si su voz es bonita
y la tuya es cual trombón.

Volví con la panadera:
ella me cubrió de harina,
de huevos, me tomé media docena
para dejar la voz fina
y cantar como una nena.

Al volver a su casita
como era mi obligación
yo les metí en mi tripita
(no por nada…
sólo como precaución
y evitarles algún riesgo).

Y al esperar a la cabra
junto a la orilla del río
cansado como yo andaba
allí quedé dormidillo.

Más al despertar ¡Dios mío!,
creeros lo que yo os digo,
aquello fue un estropicio:
Me encontré dentro del río,
con el lomo bien hundido
rellenado con ladrillos
y las tripas mal cosidas.

¡Pero que barbaridad!
¡Hasta aquí llego y no más!

Así que yo me retiro
y me dedico a otro oficio
que no sea tan ingrato
porque de todos los bichos
contestadme sin dudar:

¿Cuál es el más animal?

¡¡Quien lo sepa, lo sabrá!!





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