domingo, 14 de marzo de 2021

EL TEMBLOR (Este relato es un homenaje a María Domínguez Remón, primera alcaldesa democrática de España).

 


Cuando el camión empezó a temblar por el esfuerzo, María supo que estaban subiendo la cuesta que lleva al cementerio. También supo que a ese temblor se sumaba el de su propio cuerpo, devorado por el miedo. Entonces se abrazó a la pobre Narcisa que gimoteaba a su lado.

- No llores, cariño, no les des ese gusto…

- No lo puedo evitar… ¿por qué nos matan, María?, ¿por qué?

- Pues porque, en el fondo, tienen más miedo que nosotras, Narcisa, y tratan de calmarlo bebiéndose nuestras vidas y las de tantos otros…

Narcisa se aferró aún más fuerte a María y siguió gimiendo inconsolable. Ya imaginaba que aquellas palabras no eran de gran alivio, pero ¿qué le va a decir? si no hay mujer más inocente en la Tierra que ella.

Porque a María la fusilan por socialista, por mujer, por decir siempre las verdades de frente y por no rendirse nunca. A Narcisa en cambio, la matan porque no pudieron hacerlo con su marido, que huyó en cuanto se olió el peligro.

El camión sigue bufando ruidosamente en su camino indecoroso, como si tuviera vergüenza de sí mismo y no quisiera llegar nunca. Tras la oscuridad rota del primer amanecer, entre las sacudidas del viejo motor, María distingue los rostros serios de sus verdugos y el brillo de los fusiles. Reconoce a Miguel, tan joven que apenas esboza una pelusilla sobre los labios, y recuerda cuando nació y lo sostuvo en brazos. También adivina la silueta de Juan, “el renco” y entiende porqué nunca le gustó, con aquella mirada torcida y esa aureola de falsedad. Ninguno de ellos se atreve a cruzar sus ojos con ella. A los otros dos no los conoce. Deben ser de Borja o de Tarazona. Se les ve relajados, como si tuvieran ya costumbre de estas cosas. Charlan entre ellos sobre lo bien que apunta la vendimia. Por primera vez, María reconoce el fuerte olor a mosto y uvas que desprenden las tablas del camión y adivina que, con toda seguridad, al amanecer volverá a las viñas para seguir llevando viajes de uva a los lagares y bodegas del pueblo. Un esfuerzo mucho más noble que el de aquella madrugada cruenta.

A lo mejor se confunden las manchas oscuras de la uva garnacha con la sangre, la misma sangre que nutre al pueblo.

María siente el perfume tibio de la cercana alborada y reconoce tantas madrugadas idénticas y felices, cuando salían en cuadrilla hacia los campos para vendimiar al sol suave de septiembre; luego, a la tardada, regresaban agotadas por el esfuerzo, pero satisfechas por lo conseguido. Entonces también le temblaban las piernas de puro cansancio y descubre, con sorpresa, que su vida ha sido un perpetuo temblor de piernas, pero eso nunca la detuvo para hacer lo necesario.

Le temblaron las piernas cuando escapó de su primer marido, un maltratador impresentable, y se llegó hasta Barcelona, sola, con una mano detrás de otra, pero con las ideas claras. Allí se colocó de sirvienta, allí aprendió sola a leer y escribir, allí vivió la Semana Trágica y le nació la conciencia de ser pobre y mujer. Aprobó los exámenes a la escuela normal y consiguió el título de magisterio -¿quién lo hubiera imaginado de aquella apocada muchacha que bajaba la vista cuando se cruzaba con algún hombre, como le había enseñado su madre?-.

Le temblaron las piernas cuando, años después y ya residiendo en Gallur, le propusieron dirigir la alcaldía por el partido socialista. Pero no se amilanó y aceptó el cargo aun sabiendo que iba a levantar ampollas entre los caciques del pueblo. Para sorpresa de muchos lo hizo bien, muy bien y se ganó el respeto. Sus alumnos la querían, los vecinos la apreciaban, sus compañeros de partido la admiraban. Incluso escribió artículos en diversos periódicos y dio conferencias muy aplaudidas. Se había convertido en una luchadora, portavoz de los más desfavorecidos y ejemplo para muchas mujeres. ¿En qué momento se torcieron tanto las cosas para llegar a este horror?

Cuando se supo lo del ejército de África y el levantamiento militar, marchó a Pozuelo, su pueblo de nacimiento, pues supuso que allí, al ser un pueblo tan pequeño y todos familiares o conocidos, sería más seguro estar. En seguida llegaron noticas espantosas de Gallur y otros pueblos que hablaban de fusilamientos indiscriminados, así que sólo fue cuestión de tiempo que alguien la delatara y la fueran a buscar. En Fuendejalón no hubo ni siquiera una parodia de juicio ¿para qué, si la sentencia ya estaba dictada?

El camión ha parado. Con palabras destempladas las obligan a bajar y, alumbradas por los faros mortecinos del vehículo, las empujan hacia a la tapia. María siente de nuevo el temblor de sus piernas, luego frío y después… nada.

 

***


 

Nota final. María Domínguez Remón (Pozuelo 1882-Fuendejalón 1936) fue fusilada el 7 de septiembre de 1936 junto a las tapias del cementerio de Fuendejalón (Zaragoza). El domingo 31 de enero de 2021 su cuerpo fue exhumado en ese mismo lugar. Fue la primera alcaldesa democrática de España (1932-33) en Gallur (Zaragoza). Hoy, muchas asociaciones de mujeres reivindican su nombre y su memoria.

 

 

 

1 comentario:

Laura Caro Pardo dijo...

Merecido homenaje.

Brindo por ella y por tantas otras mujeres a las que arrebataron la vida por ser libres y auténticas, cuyos nombres han permanecido invisibles durante tantos años.

Un saludo.