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Te llevaré donde los veladores,
donde baila el té con sus doncellas
y se habla de las cosas.
Sabrás lo que me pasa sin arrugas
- no quiero imaginártelas-
y nos preguntaremos por fin todo.
Sólo te contaré lo bueno, el despertar sereno
de tus nietos y sus nombres, y de ella
que te dejó una flor sin conocerte.
Oirás cuánto he aprendido desde entonces,
tanto que ya sé más sobre jardines
y distingo este ramo de mármol,
este olor de cipreses
y esa lápida blanca, mía, pálida
como los veladores
donde seremos juntos y palabra.
...
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