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Tengo cuarenta y ocho años.
Cuando era niño o adolescente
imaginé todas mis fronteras.
Me supe atleta, navegante, inventor,
anciano amable, sabio y difuso.
Y también me sentí muerto, un muerto
hermoso y convencido.
Pero así, adulto de medianía,
rutinario, algo achacoso, padre formal,
oscuro ciudadano,
no, así no me aprendí.
Me acuerdo de mi padre, de todos los padres.
Los vi como yo ahora.
Pero ellos siempre fueron padres.
Cuando nací ya eran así,
inmutables y perfectos
como las calles, como los veranos.
Eran otra casta, el resultado natural de una vocación
o un sacrificio.
Tengo cuarenta y ocho años una esposa y dos hijos.
En la vida que inventé me dejé en blanco
estos espacios.
¿Cómo acertar con el siguiente movimiento
de esta partida ciega, si nadie nos dijo
cual era el reglamento?
Tengo cuarenta y ocho años y algo de sueño.
...
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4 comentarios:
Yo creo que no te vas a dormir en los laureles.
¿Y ahora qué? Pues a vivir que son dos días. Lo sé porque te llevo un año de ventaja.
Muaaaaaaa
¡Qué alegría verte por aquí!
Pero lamento decepcionarte: No me llevas un año, porque este poema lo escribí el año pasado, así que ahora tengo cuarenta y nueve (o sea, que somos de la misma quinta) y sigo con las mismas dudas (¿cómo se puede vivir sin dudas?)
Un beso, no sé si grande o gordo (como prefieras)
Mira yo os gano a los dos tengo uno mas que vosotros jajajaja . Las dudas son la sal de la vida bueno al menos eso creo una vida sin dudas ni sobresaltos seria muy sosa
Sueños más que sueño tendrás Ignacio. No es tiempo de dormir todavía que hay que vivir amigo mío, a tientas casi siempre,dando palos de ciego y reiventado sobre la marcha el juego de la vida.
Haces una reflexión preciosa y llena de un lirismo que conmueve.
precioso poema, sí señor.
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