domingo, 28 de diciembre de 2014

Domingo, así que toca infantil... aunque hoy un poco menos. Ya veréis.























EL DIENTE



Tenía mi niño un diente
que asomaba descarado
entre sus labios valientes,
y afilado como el rayo.

No os riáis de este detalle
saliente, marca y blasón
de la estirpe que confirma
que en sus genes se posó
la urgente y voraz herencia
de las hambres mal saciadas.

Y eso le salvó la vida
cuando se sentó en su frente
sin anunciar su visita
la fiebre terca y morada.

Esa noche por sus venas
paseaban las iguanas
y en las calles se encendieron,
asustadas, las ventanas.

¡Corrieron las almas blancas
aullaron las luces negras,
crecieron alfombras rojas
se acercó la muerte al alba!

Mas cuando los sabios dieron
por perdida la partida,
con ojos de sueño eterno
mi niño volvió a la vida.

Y nos contó adormilado
que una Señora de rosa
le llevaba de la mano…
que le pareció muy guapa
y él le mordió en la mirada
creyendo que era de nata.

Su boca se hizo de plata,
el diente se hundió con saña,
la Señora lanzó un grito
como el canto de la urraca,
soltándole desgarrada
por la rabia del mordisco.

Él se regresó corriendo
a jugar con sus amigos
y nos encontró alelados
mirándole con ojos fijos.

Desde entonces a mi niño
ya no le asoma aquel diente,
que se lo llevó la Parca
prendido en su sombra amarga.


***

2 comentarios:

Laura Caro Pardo dijo...

Qué poema más encantador...
Me recordó a Hernández en sus Nanas.
Un saludo.

Laura Caro Pardo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.